Que daño me hace verte así.
Tienes la mirada taciturna, y no crees en ti.
No eres ni la sombra de lo que eras, o eso piensas.
Muchos de los que te daban palmaditas en la espalda, o no están o hacen que no te conocen.
Te estás muriendo.
Tu daño es irreparable, y mi dolor ante tú crítica situación es inconsolable.
Nunca te voy a dejar, nunca voy a renunciar a ti.
Pero tu agonía es insoportable.
Ahora mismo, escribiendo esta ponzoñosa nota, derramo literalmente lágrimas, y en esta habitación no hay ni viento, ni arena, que nuble mi terca mirada.
Te quiero mucho.
Te deseo lo mejor. Si de verdad te hundes, allí voy a ir contigo.
Pero por favor, te lo pido una vez más, aunque sea el último cartucho; lucha mi adorado Real Zaragoza, y muere matando, que unos cuantos allí estaremos cuando te levantes.... o caigas definitivamente.
Estas palabras merecen el mármol
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