La llegada de Jiménez daba la sensación de que haría mejorar a este ''Equipo'' pero tres días después nos encontramos con la dimisión de Arenere y todo su equipo. Los fantasmas volvían a sobrevolar por La Romareda. Varios empates y una victoria en Cornellá el Prat nos hacían volver a soñar con un nuevo milagro, una machada de los nuestros que parecía que se iban a comer el mundo y salvar los 11 puntos de distancia con la salvación. Nada más lejos de la realidad.
Ayer nos levantamos con esperanzas. ''Venga, que se puede'' o ''Si ganamos hoy y al Málaga nos ponemos a 5, que el Villareal va a San Mamés. ¿Acaso no ganamos en Cornellá?''. Mucha gente -Yo incluído- estaba ilusionada y esperanzada. Otros, evidentemente, no creían en la salvación pero pensaban que habíamos de morir con dignidad. Eran las 20:00 y los nervios estaban a flor de piel. La alineación era la que pedía yo (Excepto Lafita) y los ánimos los necesarios.
El partido arrancó animado, con un Real Zaragoza atrevido, que manejaba la pelota y que producía tímidas ocasiones. Aún así, Roberto volvió a aparecer para salvar con la pierna un remate de Rubén Castro dentro del área pequeña. Pasaban los minutos y el Real Betis comenzó a elaborar más y, en ocasiones, a poner contra las cuerdas a los nuestros y, como a perro flaco todo son pulgas, a 5 minutos para el descanso un error de Pablo Álvarez, que rompe el fuera de juego, permitió que Rubén Castro, ese jugador que Prieto no quiso, pusiera un balón perfecto a la escuadra izquierda de Roberto.
Vía Cadenaser.com |
Otra derrota más en nuestro casillero y un descenso a segunda prácticamente seguro, mientras el de siempre está en su casa, dios sabe si viendo el partido y riéndose de nosotros. Este es el equipo que está dejando este hombre. Unos jugadores indignos de esta gloriosa camiseta, una grada indiferente y silenciosa que no tiene esperanzas de salvarse y una situación económica y una imagen dentro y fuera de nuestra ciudad deplorable.
El tiempo pasará, el Real Zaragoza volverá a ser quien era, la grada recuperará su ilusión y tú no estarás, señor Iglesias.
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