miércoles, 29 de febrero de 2012
Una España "celeste" que le sale todo de color de rosa
En el día de las enfermedades raras lo verdaderamente raro resultó la envidiable salud de España, que camina a la Eurocopa con el porte de campeón que se le presume. Y lo hace guiada por Iniesta y Silva, futbolistas excelsos, al alcance de nadie más, con ratitos de Messi, en creación y producción, dicho sea sin ánimo de molestar. Venezuela, que ya no es una maría, que anda al borde de los 40 principales, ofreció menos respuesta que el verano pasado. Perdió como entonces pero empobreció su imagen. No debe deprimirse. Les sucede a casi todos ante esta Selección celeste y celestial.
España quiso matar esta vez en la suerte natural, con un nueve, Llorente, gigante entre cabezudos, y gustó la propuesta. Por primera vez de su irrupción en la Selección se le abrió un horizonte despejado, un gran porvenir. Antes de la media hora había dejado tres remates en el libro de ruta, ninguno con colocación letal, y una impresión de delantero grande y de referencia, con movilidad, disposición y compromiso. Se marchó sin gol pero con plaza segura... hasta que salió Soldado, competidor definitivamente feroz.
En siete minutos había metido dos goles de videoteca. El primero, de taconazo torero en jugada iniciada en su robo y que fue mejorando de bota en bota: Xabi Alonso, Cesc (de tacón), Cazorla, Silva y otra vez Cazorla, también recién llegado a la fiesta. El segundo, de nueve puro, a un toque, en regalo de Arbeloa. Después le hizo un penalti Amorebieta, que le costó la roja, cuando iba a por el hat-trick y él mismo lo falló. Se lo apuntó ya muy cerca del final. Es el segundo que lo hace saliendo del banquillo en toda la historia. Ha llegado para quedarse.
No se adivinan problemas por ahí, salvo para Del Bosque, al que sólo le caben 23, pese a las lesiones de Villa y Negredo y el momento valle de Torres, y menos aún a su espalda. Iniesta y Silva resultaron indescifrables para Venezuela. Desconcertaron, armaron el rondo, administraron la paciencia, filtraron pases y acertaron con el gatillo. Dos goles similares, los primeros, cocinados de fuera a adentro y que culminaron en disparos inteligentes y colocados. Cesc participó en ambos aunque su presencia fue menor. Xabi Alonso y Busquets se repartieron bien los papeles: el primero asumió la difusión y el segundo la corrección. El azulgrana es tácticamente impecable, una joya para los entrenadores, lo que quiso ser Del Bosque y no fue. Todo esto con Cazorla y Xavi como segunda unidad y Javi Martínez, Thiago, Muniain y Mata, campeones europeos sub-21 todos, también en lista de espera. Una caballería ligera incomparable.
Atrás no sufrieron mayores exigencias Piqué y Ramos, al que el puesto de central le ha templado anímica y tácticamente, y se consolidó Jordi Alba, lateral alegre que ha cogido pronto esta música. Soberbio su caño y la asistencia a Soldado en el 5-0, a mayor gloria del Valencia. Y dio tiempo para probar con una defensa de tres Puyol-Piqué-Arbeloa para emergencias (que serán pocas), para repartir el gasto entre madridistas y barcelonistas y para darle la alternativa a Muniain, cuyas travesuras le han traído hasta aquí con sólo 19 años. Y todo resultó un gustazo.
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