Erika Insa nos cuenta como se siente 24 horas después de Palamós...
Han pasado 24 horas y aun no soy capaz de encontrar palabras para poder expresar lo vivido ayer. Muchas lagrimas han caído por mis mejillas, un gran cabreo que sigo arrastrando y un nudo de tristeza en el estómago y sigo sin entenderlo. Me gustaría decir lo que siento, cómo me siento, lo que opino. Pero no puedo. Por primera vez en muchos, han logrado acabar con mi voz.
O con mis palabras. Pese a todo, no han acabado con el sentimiento. Cada día que pasa, cada segundo que se suma, es más difícil ser del Real Zaragoza. Cada vez tragamos mas, animamos mas y recibimos menos. El "ver, oír, y callar" lo cumplimos a la perfección. No recibimos ni una sola muestra de agradecimiento, ni un solo gesto de perdón. Tenemos jugadores que pasado mañana estarán valorando con sus representantes cuáles son los mejores clubs de destino para irse escopeteados de aquí. Jugadores que ayer salieron por detrás de un autobús, incapaces de enfrentarse no ya a una afición enfurecida sino rota, fiel reflejo de quienes estábamos en casa.
Ellos pasan, nuestras lágrimas perduran. Y las de ayer serán difíciles de limpiar. Y de olvidar.
Duele. Duele recordar la pasividad del juego. Duele pensar que se perdió de una forma
bochornosa. Duele ver que no hacen gala ni de la nobleza ni del valor que recoge nuestro himno.
Duelen tantas caídas y tantas piedras en el camino, tenemos las rodillas raspadas de los golpes.
Pero lo importante de las derrotas es aprender de ellas. Lo importante de caerte mil veces, es levantarte otras mil.
Mañana seguiré buscando unas palabras que puedan alcanzar mínimamente lo que siento, pero creo que no seré capaz de encontrarlas hasta dentro de muchos meses. De verdad. Tengo que pedir perdón. Perdón por si alguna vez contesté mal o no contesté, ayer no fue el mejor momento.
Ni hoy. Ni lo será mañana. Tengo la sensación de que me costará mucho salir de esta desolación que solo el Real Zaragoza es capaz de sumirme.
Me encantaría despertarme, ver que ha sido una pesadilla, que todo fue un mal sueño. Pero no.
Mi equipo volvió a hacer el maldito ridículo. Y a mi me toca otra vez llorar las consecuencias.
Supongo que de las derrotas nos fortalecemos, y no queda otra que levantarse. Lo haremos, no porque los jugadores o el presidente nos lo pidan, sino porque somos zaragocistas. Nos curtimos en mil batallas, aunque llevamos muchas disputadas en los últimos diez años. Saldremos adelante, todos juntos. Como siempre hemos hecho. El viernes soñábamos con poder ascender.
Hoy soñamos con tener al menos un futuro al que agarrarnos. Y lo lograremos, claro que lo
haremos. Con sufrimiento, como con todo. Y, dentro de unos años, cuando ya llevemos varias temporadas en Primera recordaremos el día de ayer aciago, y alejado. Y, por primera vez, sonreiremos porque lo habremos conseguido.
Solo daros todos los ánimos del mundo, aunque no me sobran.
Y solo pediros que jamás abandonéis al León, porque él no se lo merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario