martes, 28 de febrero de 2012
Jimenez habla claro.
En tan solo dos meses, un hombre ajeno a la descomposición progresiva y lacerante del Real Zaragoza antes de que fuera contratado, ha percibido la realidad vigente de la institución y todo lo que la rodea, exponiéndolo en una rueda de prensa didáctica y ejemplar. En esta prolongocación de su fugaz comparencia ante los medios en Málaga para decir que sentía vergüenza y marcharse sin añadir nada más, se esperaba a un Manolo Jiménez si no conciliador sí más protector de sus palabras, quizás midiendo los tiempos de una afirmación tan rotunda. Al contrario. Valiente, directo, sincero y sin taparse la boca, el técnico ha ofrecido una lección como ser humano y una cátedra de zaragocismo aunque no lo pretenda.
Desde el primer hasta el último minuto de su intervención, Jiménez ha dado muestras de una coherencia y un saber estar que se habían perdido en la noche de los tiempos de este club desordenado e histérico por obra y gracia de su porpietario. "Sentí vergüenza en Málaga desde el minuto 63 y la sigo sintiendo. Tengo una rabia dentro que solo cambiará si cambia el equipo. Hubiese explotado en La Rosaleda, por eso preferí no seguir hablando. Pero no me arrepiento de lo que dije", ha comenzado diciendo el preparador andaluz, quien ha pedido disculpas a la prensa por no haberla atendido el sábado y por haber dado pie a especulaciones sobre su cese en el cargo.
"Las ratas son las primeras que saltan del barco y yo soy el capitán. Ya no hablo de salvar la categoría sino de conservar la dignidad". Así se arrancó el entrenador sobre las dudas que se desataron tras el partido contra el Málaga. "Sentí vergüenza de todos, yo incluido. El Real Zaragoza debe ser todo y me importa un comino la gestión que haga uno u otro. Por vergüenza profesional, al menos yo, debo dar todo".
En esa petición contundente de compromiso y decencia, Jiménez no excluyó a nadie, tampoco a Agapito Iglesias como parte de un todo. "Soy un profesional y ni debo ni pretendo dar lecciones de zaragocismo, pero nadie va a limitar mi libertad. Ni de lo que tengo que hacer ni que decir porque, gracias a Dios, no me hace falta". El presidente aún no se ha dirgido personalmente a él. "Me ha enviado esta mañana un mensaje para que nos reunamos y lo haré por respeto. Me dirá lo que deba y yo también le diré lo que peinso", apuntó sin reducir el tono de convencimiento y seguridad en sí mismo.
Su lectura de los acontecimientos ha tenido siempre una enorme clarividencia, sin dejarse arrastrar una sola sílaba por los nervios, conduciendo sus palabras al destino que pretende, el respeto por un club, una ciudad y una afición. "No me preocupa lo que digo ni lo que se interprete, Soy consecuente de lo que digo. Cada uno recoge lo que siembra, y el Real Zaragoza lleva mucho tiempo sembrando en el filo de la navaja". "En este club se ha perdido el norte", sentenció.
"Tenemos que seguir peleando. No me voy a ir por compromiso con los jugadores, con la afición y por la educación que me dieron mis padres y por la que deportiva que recibí. También por los seguidores y la camiseta que representamos. Solo lo haría si se repitiera la media hora de Málaga o que me exigiesen que contara con jugadores que no creo que deben jugar". Jiménez ha apelado al sentido común, a la responsabilidad. "Pensaba en quedarme en Málaga con mi familia y venirme el lunes, pero no consideré lícito disfrutar con mi familia mientras mucha gente del Real Zaragoza estaba en esta ciudad sufriendo".
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