Este es un artículo sobre el zaragocismo. O mejor: sobre ser zaragocista. Un asunto que abre las carnes de opinadores, contertulios, foreros, tuiteros y demás gente de bien y que en todo caso provoca amargos debates en momentos no menos amargos.
Es muy frecuente en nuestra tierra hacer uso de la comparación.
Es lo que tiene ser territorio de mixturas, cruce de caminos, país débil entre países poderosos. Hay cierta tendencia a decirnos a nosotros mismos que somos menos que los demás, cuando precisamente la nobleza aragonesa hizo roca aquella afirmación de “somos pocos, pero nunca poco”.
Y esa querencia a la comparación en la que siempre salimos mal parados nos lleva a entablar una competición acerca de quién es más zaragocista según qué hace.
Y aquí me planto.
Mucho cuidado con hacer astillas, atención con tirar piedras sobre nuestro tejado. A ver quién viene aquí a plantar sus reales enarbolando la bandera del zaragocismo.
Porque esa bandera, amigos, no tiene dueño ni es patrimonio de nadie.
Y acudo a ejemplos .....
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