miércoles, 28 de agosto de 2013

El Zaragoza lejos de la élite (II): Las terribles décadas 40 y 50

En la segunda parte de nuestro serial de reportajes acerca del Real Zaragoza lejos de la élite, repasamos el desierto que tuvo que atravesar el club durante los años cuarenta y cincuenta, teniendo que superar numerosas crisis deportivas, económicas e institucionales.

Tras el desilusionante y fatídico descenso cosechado en una de las peores temporadas del Real Zaragoza en la máxima categoría del fútbol español, los aragoneses volvían a vérselas con la maldita Segunda División en el curso 1943/1944. De nuevo en los infiernos, y todas las desgracias que quedaban por venir no eran precisamente pocas. Una larga travesía por las catacumbas del fútbol hispánico que a punto estuvo de llevarse por delante la vida del propio club.

Los aragoneses tenían como principal objetivo subir de nuevo e inmediatamente a Primera. Se produjo una total revolución en la plantilla. Tras haber hecho campeón de Copa al Espanyol en dos ocasiones, Patricio Caicedo llegó al banquillo zaragocista con el apasionante reto de  ascender al conjunto aragonés. Figuras emblemáticas como Juanito Ruiz, Lerín y Gonzalvo I dejaron de formar parte del club.


La temporada comenzó bien, haciendo de Torrero todo un fortín. Pero como visitante flojeaba sobremanera, lo que le impidió alcanzar su meta principal. Fue una temporada desastrosa para el conjunto maño, ya que ni siquiera llegó a tener la oportunidad de disputar la promoción de ascenso. El Zaragoza llegaba a la última jornada al campo del Murcia, donde solo tenía que sacar un mísero punto. Pero el conservadurismo de los blanquillos hizo que el Murcia les endosara un rotundo 4-1. Aparte del desastre deportivo, las arcas presentaron un déficit de 320.000 pesetas, otrora una cifra más que considerable.

Las dos temporadas consecutivas no fueron mejores, ni mucho menos. Sexto y décimo lugar, respectivamente, con una crisis en todos los ámbitos. Los directivos se vieron obligados a avalar 375.000 pesetas por si se producían impagos. También, como es natural, se produjo la venta de los mejores jugadores de la plantilla (Aldana, Rey, Amestoy, Viela, etc.) y se descapitalizó al club a nivel deportivo. Los zaragocistas perdieron la ilusión; incluso un equipo local menor, la Sociedad Deportiva Arenas, llenaba su pequeño campo al desplegar un gran juego y estar a punto de lograr el ascenso a Segunda. Con dimisiones de varios directivos, presidente incluido, y falta de compromiso de muchos jugadores, el futuro pintaba muy negro para el Real Zaragoza. Tomás Arnanz, entonces entrenador, dimitió y se le concedieron todos los mandos al mítico Juanito Ruiz, ex de los Alifantes, que impidió una desgracia mayor evitando el más que temido descenso a Tercera.


El fatídico descenso a Tercera y una vuelta a Primera amañada

Pero lo inimaginable y lo que más miedo daba a los zaragocistas, acabó por llegar. Tanto va al cántaro a la fuente que al final se rompe. La mala planificación se tradujo en un infausto descenso a Tercera División, una categoría que hace más de una década que los blanquillos no ocupaban. Además, se consumó tal fatalidad con unos pésimos guarismos: de 26 partidos, sólo nueve victorias y tres empates.

Mariano Uceda
Todo comenzó con la mala elección de destituir a Juanito Ruiz del puesto de entrenador y poner al exjugador “Chipirón” Olivares, ya que permitió la falta de disciplina de sus pupilos e incluso salía con ellos de juerga. Las únicas buenas noticias fueron los 20 goles marcados por Mariano Uceda, un ariete rebelde pero eficiente y que es el máximo goleador blanquillo en Segunda; y el sorprendente superávit de 200.000 pesetas con el que cerró el curso el conjunto maño. Sorprendente porque el club arrastraba una deuda desmesurada de 600.000 euros y tuvo que vender a todos sus buenos jugadores para paliar la coyuntura económica, lo que produjo el consiguiente bajón a nivel deportivo y el justo descenso a Tercera. 

Los de la capital del Ebro atravesaron un par de temporadas en las catacumbas del fútbol español. En la primera de ellas, la 47/48, ejercieron la labor de entrenador hasta cuatro personas diferentes: Antonio Soriano, Sorribas, Enrique Soladrero (era jugador pero ocupó el puesto de técnico interinamente) y el italiano Antonio Macheda. En la segunda campaña en Tercera (48/49) se logró ascender. La llegada de Jesús Valdés y su cambio total en la política deportiva, al fichar a jugadores importantes como Lecue, Galvany, Pruden, etc. para consumar el ascenso, produjo a la larga un contraproducente endeudamiento y que se elevó a posteriori. Además, en la Copa del Generalísimo el Zaragoza sufrió una humillación en toda regla al ser eliminado a las primeras de cambio por la SD Arenas.

En la temporada siguiente no se logró ascender, cosechando una cuarta posición en la división de plata,  y el agujero económico se hizo aún más grande. Jesús Valdés dimitió y llegó a la presidencia Julián Abril, que logró que el Real Zaragoza regresara de una vez por todas a la élite en la campaña 50/51, conformando el equipo conocido como “Los Millonarios”.

Se llevaron a cabo una serie de operaciones económicas, como la compra en propiedad del campo de Torrero por parte del club abonando 1.275.000 pesetas. Esta compra fue fundamental para posterior venta y sanear de cierta manera las cuentas de la entidad. Abril quería que el Zaragoza ascendiera como fuera a Primera y por eso diseñó una plantilla con jugadores de renombre, encabezados por los jugadores internacionales con la La Roja en el Mundial Brasil, Rosendo Hernández y Pepe Gonzalvo.

Sin embargo, el ascenso estuvo totalmente amañado por los zaragocistas. Se llegó a la última jornada de la fase de ascenso que definiría a los afortunados elegidos. La situación era la siguiente: primero el Málaga, con 15 puntos; segundo Las Palmas, con 14; y tercero el Zaragoza con 13. El Zaragoza recibía a un Murcia que no se jugaba nada en Torrero, mientras que el Málaga se la jugaba en Las Palmas. Lo totalmente esperado es que los canarios ganaran a los malacitanos (así fue, con un contundente 4-1), por lo que éstos últimos primaron a los murcianos.

En el Zaragoza estaban convencidos de que no era necesario, pero el empate a uno con el que se llegó al descanso empezó a hacer saltar los nervios en la grada. Entonces, el presidente Julián Abril llegó a un pacto con el secretario general del Murcia, Muñoz Calero, para amañar el partido y que los tres puntos se quedaran en casa: un puesto en la secretaría general del Zaragoza para Muñoz Calero, 15.000 pesetas por jugador y el fichaje del ariete pimentonero Alcázar por 250.000 pesetas. Algunos jugadores del Murcia se opusieron, pero finalmente el Zaragoza logró el ascenso con un gol en el minuto 89 (3-2 fue el resultado final).

El Zaragoza volvía por fin a la élite del fútbol español tras ocho temporadas sin poder disputar partido alguno por los mejores campos de fútbol de España. El regreso apenas duró dos temporadas, descendiendo de nuevo en la 52/53 ocupando la plaza de colista. La etapa presidencial de Julián Abril llegó a su fin, dejando a su paso una gran deuda y crisis financiera. Fue nombrado presidente Cesáreo Alierta, con el difícil objetivo de sanear las cuentas del club y volver de nuevo a Primera.

El plan Alierta y la vuelta a la austeridad

Cesáreo Alierta, nuevo presidente del Real Zaragoza, tenía una ardua empresa por delante. Reducir el gasto e intentar subir a la categoría de oro del fútbol español cuanto antes. Algo que les puede parecer similar a los zaragocistas, ya que el club está atravesando una coyuntura más que parecida.




De esta manera se cambió la política deportiva de nuevo. Los contratos más costosos fueron rescindidos, se vendieron los mejores jugadores como Rosendo Hernández, se contó más con la cantera y llegaron jugadores con raíces aragonesas y fichados de clubes regionales inferiores como Yarza (mítico guardameta de Los Magníficos a la postre), Vela, Bernad, Torres Pastor….

Pero lo que resultó fundamental para lograr cierta estabilidad económica fue la habilidad negociadora de Alierta. El presidente maño consiguió la venta del campo de Torrero al Banco Vizcaya para así cancelar una deuda millonaria con dicha entidad. También logró acordar la construcción de La Romareda en el ensanche de Zaragoza, con una operación de crédito a 40 años, abonando anualmente 625.000 pesetas y regalando el campo al Ayuntamiento a cambio de la condonación del impuesto municipal.
Tres años tardó en dar frutos el lento pero efectivo plan del máximo dirigente blanquillo. 

Un proceso de maduración que culminó con el ascenso en la temporada 55/56 en Vitoria, venciendo al Alavés por 1-2 en un partido muy sufrido. Jugadores como el ariete Avelino Chaves (que, tras ser jugador, estuvo ligado al club hasta 1996 en el puesto de secretario técnico) fueron vitales en esta etapa zaragocista. De esta forma, el ascenso permitía soñar con la construcción de La Romareda y el asentamiento definitivo del equipo en la élite del fútbol español.

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