En la segunda parte de
nuestro serial de reportajes acerca del Real Zaragoza lejos de la élite,
repasamos el desierto que tuvo que atravesar el club durante los años cuarenta
y cincuenta, teniendo que superar numerosas crisis deportivas, económicas e institucionales.
Tras el desilusionante
y fatídico descenso cosechado en una de las peores temporadas del Real Zaragoza
en la máxima categoría del fútbol español, los aragoneses volvían a vérselas
con la maldita Segunda División en el curso 1943/1944. De nuevo en los
infiernos, y todas las desgracias que quedaban por venir no eran precisamente
pocas. Una larga travesía por las catacumbas del fútbol hispánico que a punto
estuvo de llevarse por delante la vida del propio club.
Los aragoneses tenían
como principal objetivo subir de nuevo e inmediatamente a Primera. Se produjo
una total revolución en la plantilla. Tras haber hecho campeón de Copa al
Espanyol en dos ocasiones, Patricio Caicedo llegó al banquillo zaragocista con
el apasionante reto de ascender al
conjunto aragonés. Figuras emblemáticas como Juanito Ruiz, Lerín y Gonzalvo I
dejaron de formar parte del club.
La temporada comenzó
bien, haciendo de Torrero todo un fortín. Pero como visitante flojeaba
sobremanera, lo que le impidió alcanzar su meta principal. Fue una temporada
desastrosa para el conjunto maño, ya que ni siquiera llegó a tener la
oportunidad de disputar la promoción de ascenso. El Zaragoza llegaba a la
última jornada al campo del Murcia, donde solo tenía que sacar un mísero punto.
Pero el conservadurismo de los
blanquillos hizo que el Murcia les endosara un rotundo 4-1. Aparte del
desastre deportivo, las arcas presentaron un déficit de 320.000 pesetas, otrora una cifra más que considerable.
Las dos temporadas
consecutivas no fueron mejores, ni mucho menos. Sexto y décimo lugar, respectivamente,
con una crisis en todos los ámbitos. Los
directivos se vieron obligados a avalar 375.000 pesetas por si se producían
impagos. También, como es natural, se produjo la venta de los mejores jugadores
de la plantilla (Aldana, Rey, Amestoy, Viela, etc.) y se descapitalizó al club
a nivel deportivo. Los zaragocistas perdieron la ilusión; incluso un equipo
local menor, la Sociedad Deportiva Arenas, llenaba su pequeño campo al
desplegar un gran juego y estar a punto de lograr el ascenso a Segunda. Con
dimisiones de varios directivos, presidente incluido, y falta de compromiso de
muchos jugadores, el futuro pintaba muy negro para el Real Zaragoza. Tomás
Arnanz, entonces entrenador, dimitió y se le concedieron todos los mandos al
mítico Juanito Ruiz, ex de los Alifantes, que impidió una desgracia mayor
evitando el más que temido descenso a Tercera.
El fatídico descenso a
Tercera y una vuelta a Primera amañada
Pero lo inimaginable y
lo que más miedo daba a los zaragocistas, acabó por llegar. Tanto va al cántaro
a la fuente que al final se rompe. La mala planificación se tradujo en un
infausto descenso a Tercera División, una categoría que hace más de una década
que los blanquillos no ocupaban. Además, se consumó tal fatalidad con unos
pésimos guarismos: de 26 partidos, sólo nueve victorias y tres empates.
Mariano Uceda |
Todo comenzó con la
mala elección de destituir a Juanito Ruiz del puesto de entrenador y poner al
exjugador “Chipirón” Olivares, ya que
permitió la falta de disciplina de sus pupilos e incluso salía con ellos de
juerga. Las únicas buenas noticias fueron los 20 goles marcados por Mariano Uceda, un ariete rebelde pero
eficiente y que es el máximo goleador
blanquillo en Segunda; y el sorprendente superávit de 200.000 pesetas con el que cerró el curso el conjunto
maño. Sorprendente porque el club arrastraba una deuda desmesurada de 600.000
euros y tuvo que vender a todos sus buenos jugadores para paliar la coyuntura
económica, lo que produjo el consiguiente bajón a nivel deportivo y el justo
descenso a Tercera.
Los de la capital del
Ebro atravesaron un par de temporadas en las catacumbas del fútbol español. En
la primera de ellas, la 47/48,
ejercieron la labor de entrenador hasta cuatro personas diferentes: Antonio
Soriano, Sorribas, Enrique Soladrero (era jugador pero ocupó el puesto de
técnico interinamente) y el italiano Antonio Macheda. En la segunda campaña en
Tercera (48/49) se logró ascender. La llegada de Jesús Valdés y su cambio total
en la política deportiva, al fichar a jugadores importantes como Lecue,
Galvany, Pruden, etc. para consumar el ascenso, produjo a la larga un
contraproducente endeudamiento y que se elevó a posteriori. Además, en la Copa
del Generalísimo el Zaragoza sufrió una humillación en toda regla al ser
eliminado a las primeras de cambio por la SD Arenas.
En la temporada
siguiente no se logró ascender, cosechando una cuarta posición en la división
de plata, y el agujero económico se hizo
aún más grande. Jesús Valdés dimitió y llegó a la presidencia Julián Abril, que
logró que el Real Zaragoza regresara de una vez por todas a la élite en la
campaña 50/51, conformando el equipo conocido como “Los Millonarios”.
Se llevaron a cabo una
serie de operaciones económicas, como la compra en propiedad del campo de
Torrero por parte del club abonando 1.275.000 pesetas. Esta compra fue
fundamental para posterior venta y sanear de cierta manera las cuentas de la entidad.
Abril quería que el Zaragoza ascendiera como fuera a Primera y por eso diseñó
una plantilla con jugadores de renombre, encabezados por los jugadores
internacionales con la La Roja en el
Mundial Brasil, Rosendo Hernández y Pepe Gonzalvo.
Sin embargo, el ascenso
estuvo totalmente amañado por los zaragocistas. Se llegó a la última jornada de
la fase de ascenso que definiría a los afortunados elegidos. La situación era
la siguiente: primero el Málaga, con 15 puntos; segundo Las Palmas, con 14; y
tercero el Zaragoza con 13. El Zaragoza recibía a un Murcia que no se jugaba
nada en Torrero, mientras que el Málaga se la jugaba en Las Palmas. Lo
totalmente esperado es que los canarios ganaran a los malacitanos (así fue, con
un contundente 4-1), por lo que éstos últimos primaron a los murcianos.
En el Zaragoza estaban convencidos de que no era
necesario, pero el empate a uno con el que se llegó al descanso empezó a hacer
saltar los nervios en la grada. Entonces, el presidente Julián Abril llegó a un
pacto con el secretario general del Murcia, Muñoz Calero, para amañar el
partido y que los tres puntos se quedaran en casa: un puesto en la secretaría general del Zaragoza para Muñoz Calero,
15.000 pesetas por jugador y el fichaje del ariete pimentonero Alcázar por
250.000 pesetas. Algunos jugadores del Murcia se opusieron, pero finalmente
el Zaragoza logró el ascenso con un gol en el minuto 89 (3-2 fue el resultado
final).
El Zaragoza volvía por
fin a la élite del fútbol español tras ocho temporadas sin poder disputar
partido alguno por los mejores campos de fútbol de España. El regreso apenas
duró dos temporadas, descendiendo de nuevo en la 52/53 ocupando la plaza de
colista. La etapa presidencial de Julián Abril llegó a su fin, dejando a su
paso una gran deuda y crisis financiera. Fue nombrado presidente Cesáreo
Alierta, con el difícil objetivo de sanear las cuentas del club y volver de
nuevo a Primera.
El plan Alierta y la
vuelta a la austeridad
Cesáreo Alierta, nuevo
presidente del Real Zaragoza, tenía una ardua empresa por delante. Reducir el gasto e intentar subir a la
categoría de oro del fútbol español cuanto antes. Algo que les puede
parecer similar a los zaragocistas, ya que el club está atravesando una coyuntura
más que parecida.
De esta manera se cambió la política deportiva de nuevo. Los contratos más
costosos fueron rescindidos, se vendieron los mejores jugadores como Rosendo
Hernández, se contó más con la cantera y llegaron jugadores con raíces
aragonesas y fichados de clubes regionales inferiores como Yarza (mítico
guardameta de Los Magníficos a la
postre), Vela, Bernad, Torres Pastor….
Pero
lo que resultó fundamental para lograr cierta estabilidad económica fue la
habilidad negociadora de Alierta. El presidente maño
consiguió la venta del campo de Torrero al Banco Vizcaya para así cancelar una
deuda millonaria con dicha entidad. También logró acordar la construcción de La
Romareda en el ensanche de Zaragoza, con una operación de crédito a 40 años,
abonando anualmente 625.000 pesetas y regalando el campo al Ayuntamiento a
cambio de la condonación del impuesto municipal.
Tres años tardó en dar
frutos el lento pero efectivo plan del máximo dirigente blanquillo.
Un proceso
de maduración que culminó con el ascenso en la temporada 55/56 en Vitoria,
venciendo al Alavés por 1-2 en un partido muy sufrido. Jugadores como el ariete
Avelino Chaves (que, tras ser
jugador, estuvo ligado al club hasta 1996 en el puesto de secretario técnico)
fueron vitales en esta etapa zaragocista. De esta forma, el ascenso permitía soñar con la construcción de La Romareda y el
asentamiento definitivo del equipo en la élite del fútbol español.
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