FUENTE : zaragocistas.com |
No toda mi vida he sido aficionada – ni abonada – del Real Zaragoza, por muy extraño que parezca, pese a que he crecido rodeada de los valores históricos que éste ostentaba.
Apenas llevo unos años intentando comprender realmente qué está pasando en este club y, pese a ello, pese al poco tiempo que puedo llevar o no siguiéndolo, el amor que siento hacia unos colores, un escudo y un equipo. ...
Me da igual no haber vivido apenas nada de la historia maravillosa que puede tener este club puesto que la mayor parte son recuerdos tan borrosos que no se pueden considerar vivencias. Me da igual no llevar toda mi vida de abonada al Real Zaragoza.
Me da igual no haberme fijado antes en que esto era algo que me apasionaba.
Ahora apenas concibo un fin de semana sin recorrerme las calles para ir a La Romareda, casi no sé estar un sábado o un domingo pendiente de la televisión o de la radio.
Jamás pensé que llegaría a pasar cada fin de semana sentada en mi asiento en el estadio, viendo a mi equipo.
Cuando era pequeña, el fútbol me parecía una ridiculez.
Once tíos pegándole patadas a un balón para meterlo entre tres palos. Ahora casi no sabría no vivir la actualidad de un equipo cada vez más convulso.
Cada día una nueva noticia aparece y cada día una nueva desilusión se acentúa.
Casi no recuerdo lo que es sonreír en La Romareda, no recuerdo lo que es la tranquilidad de saber que tu equipo es el mejor.
No sé dónde están los valores y la dignidad que tanto hemos disfrutado.
No sé dónde está el equipo que ganaba, el equipo que hacía disfrutar a su afición, que la hacía vibrar de emoción cada semana.
No sé dónde están las lágrimas de felicidad porque ahora sólo encuentro lágrimas de tristeza. No sé dónde está la alegría de ir al fútbol si cada partido es una desgracia constante.
No sé dónde están las aficiones con las que antes simpatizábamos porque ahora a cada lugar al que nos desplazamos consideran que amañamos partidos (mi duda es, ¿con qué dinero?) No sé dónde está la ilusión por vivir finales.
No sé dónde está la estabilidad que un club gozaba siete años atrás.
Apenas sé nada de este Real Zaragoza actual y no por ello dejo mi sitio libre, no por ello dejo de ir o de verlo o escucharlo cada fin de semana, no por ello dejo de sufrir ni de llorar ni de reír aunque sea irónicamente.
¿Por qué los zaragocistas continuamos yendo al campo sabiendo las decepciones que podemos sufrir?
¿Por qué continuamos llorando por un club que nos da la espalda casi continuamente?
¿Por qué no podemos pegar ojo muchos días sabiendo que nuestro equipo está al borde de la desaparición?
¿Por qué continuamos animando a un muerto?
¿Por qué muchos intentamos luchar contra esto?
¿Por qué no queremos admitir que, quizá, esta es una batalla perdida?
¿Por qué algunos sí vamos a las concentraciones y protestamos – aunque muchos estén en las terrazas disfrutando y de risas?
¿Por qué tratamos de lavar la imagen de un equipo, de un club, de una institución que se la ha emborronado ella sola?
¿Por qué hemos sido capaces de sustituir las lágrimas de alegría por lágrimas de decepción? ¿Por qué salimos de La Romareda silenciosos y rabiosos si sabíamos lo que iba a pasar? ¿Por qué hemos cambiado la euforia por la tristeza, la alegría de las finales por el final amargo de permanecer en primera, la tristeza de perder una Copa por el dolor de descender a segunda?
Quizá Agapito quiera destruir esto.
Quizá Pitarch lo acabe consiguiendo.
Quizá Bruixola sea capaz de desviar las atenciones de asuntos importantes.
Pero ninguno de ellos sabrá responder jamás a una sola de esas preguntas mientras que los zaragocistas – los de corazón, no los de interés – levantaremos orgullosos la cabeza cada vez que nos pregunten qué significa el Real Zaragoza para nosotros.
Porque el Real Zaragoza es eso.
Es su afición, es su gente, es su pasión, su amor, sus colores, su escudo, su himno, sus cánticos.
Es su alegría y su tristeza, es las lágrimas de decepción o las lágrimas de euforia.
Es saber que haríamos cualquier cosa por salvarle, cualquier cosa que estuviese en nuestras manos.
Es un sentimiento que pasamos de generación en generación, un sentimiento que agradecemos a nuestros padres haber tenido y habernolos transmitido.
Puedo decir que doy las gracias a mi padre y a mi hermano por enseñarme a querer este club como ellos lo quieren.
Doy gracias porque, pase lo que pase, soy del Real Zaragoza y continuaré siéndolo siempre, porque son tiempos complicados, son tiempos difíciles dónde sólo los que más queremos al escudo y a los colores somos capaces de continuar.
Si Agapito quiere acabar con esto y matar todo sentimiento tendrá que pasar por encima de mí y por encima de otras tantas personas – quizá no muchas pero las suficientes.
Porque hace falta algo más que un sinvergüenza para echarme de mi butaca de La Romareda.
Son tiempos complicados, tiempos dolorosos, tiempos de lloros y enfados, de rabia, de impotencia.
Son días tristes para el zaragocismo.
Pero no dejaré que Agapito destruya esto. Jamás.
ERIKA INSA
No eres mas tontica porque no entrenas chata
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