viernes, 25 de julio de 2014

Hoy, mañana y siempre, a Zaragoza la defiende su gente [Erika Insa]

Jueves 17 de julio del 2014. 20.30h. Plaza del Pilar, Zaragoza

Un murmullo de voces inunda las calles. 
Un murmullo que crece conforme se aproxima al lugar donde antes se celebraban los títulos de un equipo cuya historia parece llegar a su fin, un fin propiciado por una herida de muerte realizada por Agapito y continuada por aquellos que decían ser los salvadores.
 Y, poco a poco, comienzan a entonar un himno que hace retumbar los locales, que provoca que la gente se asome y sonría, emocionada.
 Y es entones cuando tus ojos se llenan de lágrimas y se forma un nudo en tu garganta, y observas como cada colectivo que representa el zaragocismo permanece unido en lo que puede ser la despedida definitiva al club de tus amores.
Y decides unir tu voz a las demás, entonando canciones ya olvidadas por muchos, clamando por devolver una dignidad muy alejada de la realidad del club, llorando porque el final cada día se acerca más, avanzando sin dilación, asegurando una muerte tras ocho años de esperpento. 
Y se entrecorta el canto de esas 15000 almas, un canto agónico que demuestra el rugir doloroso de un León herido de muerte, un León que intenta dar las últimas bocanadas de aire acompañado en todo momento por su familia, los zaragocistas. 
Y avanza esa marea blanquiazul, y tú con ella. Y, pese a que de tus ojos caen ya las lágrimas, una sonrisa se dibuja en tus labios conforme vas avanzando hacia La Romareda, tú estadio, ese que ha visto blancas noches de celebraciones. 
Y levantas aún más la cabeza cuando observas como la gente contempla la marcha, que más que una marcha fúnebre es una marcha que clama por la vida de un club histórico, que le intenta dar un pequeño soplo que sirva para, al menos, sobrevivir. 
Y el orgullo tiñe tu rostro e hincha tu pecho, remarcando aún más ese escudo, ese León que ahora continúa tumbando intentando respirar. 
Y cuando el tiempo parece que ha terminado, cuando parece que todo ha llegado a su fin y no hay más solución que terminar de pasar los últimos días en paz, esa marea, esas 15000 almas tienen algo que celebrar, algo por lo que luchar. 
Después de 8 años de sufrimiento, agonía y dolor, tus ojos liberan una pequeña lágrima que rueda por tu mejilla, una lágrima que, al cabo de unos pocos segundos, irá acompañada de cientos. Y, por una vez, son de alegría, y te sorprendes de la extraña sensación que es llorar de alegría, una sensación que creías haber olvidado. Y te duele el corazón y el nudo en tu garganta se acentúa. 
Y coges aire, cierras los ojos con las mejillas brillando por esas irreductibles lágrimas y sonríes. Suspiras, y por tu cabeza pasan momentos de esa concentración que se convirtió en una peregrinación hasta el Templo que es La Romareda, y rememoras las voces rotas de esas 15000 almas, los lloros y los gritos. Y recuerdas que “en la historia se grabó: Zaragoza, La Inmortal”. 
Y sabes que el club, tú club, está vivo. Y vuelves a sonreír. Porque después de 8 años agónicos, el Real Zaragoza es libre.

GRACIAS, afición, gracias a cada una de esas 15000 personas que, cogiendo la elástica blanquilla, dejaron de hacer lo que fuese que hicieran esa tarde y salieron a la calle, con orgullo, a clamar por un futuro para el Real Zaragoza. 
Gracias, de corazón, a todos los que jamás se rindieron en su continua lucha. 
Gracias.


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