lunes, 24 de diciembre de 2012

Manolo Jiménez, la esperanza del Real Zaragoza

En este año 2012 que finaliza, destaca una persona en el Real Zaragoza. No es otra que Manolo Jiménez. El de Arahal consumó el milagro de la permanencia, ha cambiado el rumbo de la entidad y ha devuelto la normalidad al Club. Sin lugar a dudas, ha sido un rayo de luz para el zaragocismo y le ha devuelto la esperanza.

"¡Manolo Jiménez, qué cojones tienes!". Este es el cántico que se entona siempre que alguien trata de  ensalzar el trabajo del técnico sevillano. Desde hace unos meses se canta en Zaragoza, pero en Sevilla empezaron mucho antes, en el club con el que hizo historia y del que es, actualmente, el hombre que más veces ha vestido la camiseta del Sevilla, con 354 participaciones. En el club hispalense ya hizo gala de su carácter desde el lateral izquierdo y se empezó a ganar a pulso tales alabanzas.

Sin embargo, es en Zaragoza donde el andaluz ha levantado más pasiones y admiración a su función como entrenador como en ningún otro lado. Entrados en el 2012 y de la mano de Salvador Arenere, Jiménez se hacía cargo de una plantilla destruida totalmente, con la moral minada hasta límites insospechados. A todo esto hay que sumarle la gran fractura social que vivía el Club y el descalabro económico, en pleno concurso de acreedores. 


Manolo no tenía nada que perder, ya que todo el mundo daba por hecho que el Zaragoza ya era carne de Segunda, y Jiménez no era el culpable de ello, ni mucho menos. Desde el partido en La Romareda contra la Real (2-0), el Zaragoza acumulaba 10 partidos sin ganar y la vergonzosa eliminación copera a manos del Alcorcón. Con el de Arahal se alargó un poco la racha hasta llegar a Cornellá. Los maños lograron vencer, después de 17 encuentros, al Espanyol (0-2).  Esta victoria parecía arrojar algo de luz, pero no fue así.

Con los refuerzos invernales (Apoño, Dujmovic, Álvarez, etc.) se logró más consistencia a la plantilla, pero no sirvió de mucho. Arenere dimitió a los diez días porque "Agapito no cumplió lo establecido y seguía realizando injerencias en las gestión". Manolo se había quedado sólo. El detonante llegó en Málaga, donde los maños encajaron un sonrojante 5-1. En una rueda de prensa inferior a un minuto de duración, el de Arahal dio rienda suelta a los sentimientos que llevaba acumulados. "Siento vergüenza", declaró. Ya sentía lo mismo que varios aficionados zaragocistas.

Su mensaje caló en los jugadores y se ganó al Villarreal, pero otra vez perdieron en Anoeta y los ánimos zaragocistas estaban más apagados que nunca, a 12 puntos del descenso. No se pudo ganar al Osasuna y ya estaba asumido, el Zaragoza estaba condenado a 2ª División.

El milagro inesperado

"Siempre hay algo por lo que jugar: la dignidad"; es el mensaje que Jiménez trató de inocular a su desanimada plantilla. En tales momentos tan críticos para la institución aragonesa, afloró la forma de ser y el carácter luchador del sevillano. Curioso. Un sevillano le recordó a la capital aragonesa, una ciudad inmortal, que Zaragoza nunca se rinde. Y lo logró.

Llegaron tres victorias seguidas: Valencia, Sporting y Atlético de Madrid; abandonando el farolillo rojo y reenganchando a la afición. Se llegó a las últimas jornadas con posibilidades reales, pero la derrota en Mallorca trastocó todos los planes. Quedaban cuatro encuentros, tres seguidos en La Romareda. Algunos con rivales de enjundia, como Levante (en UEFA) y el gran Athletic de Bielsa. Pero Jiménez volvió a hacer gala de su fuerza de voluntad y garra, cualidades que ya había conseguido transmitir a sus jugadores.

Ganaron los tres duelos a vida o muerte en La Romareda y, además, acompañaron los malos resultados cosechados por sus rivales directos. Getafe aguardaba otra invasión zaragocista como la de Valencia un año antes. Y se consumó el milagro, ensalzando a Manolo Jiménez a leyenda zaragocista y esperándole una prometida jota.

Cambio total 

Pocos días después, Manolo Jiménez ofreció una rueda de prensa magistral, en la que trazaba las líneas a seguir por el Club si el sevillano seguía siendo su técnico. A Agapito le costó aceptarlo, pero cuando todo el zaragocismo se preparaba para despedirlo, el máximo accionista accedió y renovó el contrato del preparador.

Se empezó a perfilar la Comisión Deportiva promovida por el de Arahal, destituyendo a Pedro Herrera. Antonio Prieto, hasta entonces director deportivo, presentó su dimisión y también se marchó. Incluso Agapito anunció que daba un paso atrás y dejaba la gestión, nombrando a Fernando Molinos nuevo presidente de la entidad.

La filosofía del Zaragoza cambió de repente con el andaluz. Se pasó a fichar jugadores jóvenes y con proyección, dejando a un lado la amalgama de nacionalidades que conformaba la plantilla años anteriores. Los más destacados son Víctor Rodríguez y José Mari, que estaban en 2ªB; y Montañés, jugador que realizó una gran temporada en el Alcorcón. 

El comienzo de la nueva temporada fue dubitaivo, con derrotas en casa ante Valladolid, Málaga y Getafe. El equipo no jugaba mal, pero perdía. Lo que sí tenía era actitud. La victoria en Granada con un buen juego fue un punto de inflexión y desde ahí, se ve a un equipo muy consistente y con confianza. 

Jiménez ha dejado su impronta en el Zaragoza y ha conseguido 11 gladiadores. La asignatura pendiente es La Romareda, donde los maños llevan cinco partidos perdidos (todos por 0-1) y sólo dos victorias (3-1 al Osasuna y 5-3 al Deportivo). Pero esto se contrarresta con unos magníficos resultados fuera de casa, donde los blanquillos se encuentran muy cómodos.

Manolo Jiménez no sólo consiguió un milagro la temporada pasada, salvando al Real Zaragoza. También ha devuelto la estabilidad y normalidad al Club, calmando cualquier protesta social hacia Agapito Iglesias. Tiene un proyecto y lo está cumpliendo a la perfección. 

Además, el de Arahal es un ejemplo de no rendirse jamás pase lo que pase, de profesionalidad y de amor a su trabajo. Aún sigue la amenaza de Iglesias, pero un sevillano ha devuelto la esperanza a todos los zaragocistas. El ¡Manolo Jiménez, qué cojones tienes!, parece tener un significado banal, pero no. En realidad, simboliza una actitud ante la vida, la que ha escogido el protagonista de este extenso reportaje, y de la que el Real Zaragoza disfruta en estos momentos.






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