Nervios, incertidumbre, emoción, épica. SUFRIMIENTO.
Todos estos sentimientos recorrían los corazones de los zaragocistas durante el enfrentamiento contra el Valencia.
A mí me recordaba a alguno de los duelos, a vida o muerte, que disputaron los pupilos de Jiménez en el tramo final de la temporada pasada. Partidos en los que un bote del balón, un rebote o una decisión arbitral mantendrían o echarían al Real Zaragoza de la primera división.
Realmente, en estos últimos años el equipo aragonés se ha convertido en enemigo de los enfermos cardiacos. Y ya muchos piensan que el Zaragoza es esto, un equipo pequeño cuya máxima aspiración es salvar la categoría. Solamente la afición da sobradas muestras de categoría y fidelidad a sus colores.
Y bueno, ah, el partido. Pues un duelo en el que los dos equipos se habrán quedado con la sensación de haber podido sumar los tres puntos y, a la vez, la seguridad de que también habían podido llevarse cero puntos.
El partido se decidió por los fallos defensivos. El Valencia erro en nuestros dos goles gravemente. El Zaragoza falló en el segundo y en el primero el colegiado concedió un gol que debió ser sancionado por fuera de juego de Soldado.
El equipo levantino caminaba con seguridad tras la llegada de Valverde. Pero el sábado sufrió. Y eso es merito de los blanquillos. En Pamplona, pese a perder, los maños jugaron con personalidad y no lo hicieron mal. Contra los ches, se hizo un buen partido, desarbolándolos, incluso, en el primer tramo de la segunda parte y poniéndolos contra las cuerdas. Estuvo cerca el tres a uno y el partido hubiera quedado cerrado.
Y mis notas destacadas a nivel individual son para Apoño, protagonista en los dos goles. En el primero transformando el penalti. Y en el segundo dando una lección de cómo lanzar una falta y poner una rosca , de manual, a Postiga que solo tuvo que poner la testa.
Rochina estuvo hiperactivo, tanto en ataque como en defensa, cuajo un buen partido. En el que, si hay que poner un pero, si hubiera afinado mas la puntería otro gallo cantaría en el nido del cuco.
También agrado a la sufrida parroquia blanquiazul la pareja Montañes/Abraham. Esta vez, funciono a pleno rendimiento, doblándose el uno al otro, trazando diagonales hacia el centro, combinando, etc.
Y bueno, yo ya he ido sacando las cuentas. Partiendo y suponiendo que con 42 puntos se obtiene la salvación. Quedan trece partidos en juego y nos faltan diecisiete puntos para llegar a los cuarenta y dos. Ello significa seis partidos ganados y nos sobra un punto. Si quedan trece y hemos de ganar seis. La conclusión es clara, hemos de ganar un partido de cada dos. Y seguramente con un poquito menos también salvaremos la categoría.
En Getafe se puede y se debe ir a ganar. Tenemos personalidad y fe, también contamos con calidad en bastantes tramos de los partidos o en bastantes encuentros. Yo le pido a los jugadores que, por favor, no nos hagan sufrir más, tengo la tensión, la alta, por las nubes.
EDU.
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