sábado, 1 de junio de 2013

No hay razones, sólo quedan corazones

La primera vez que lloré por el Real Zaragoza fue en julio 1964 cuando mi padres acudieron a recibir al equipo tras lograr su primera Copa del Generalísimo después de derrotar al Atleti con goles de Villa y Lapetra. Fue una celebración mulitudinaria en la que los jugadores pasearon su trofeo por las calles de la ciudad y en la que yo, a corderetas de mi ahora anciano padre en la calle Alfonso y con mis casi dos añicos, quise participar con mi llanto de niño que poco entiende pero que todo siente. Y curiosamente, casi cincuenta años después aquel bebé de chupete blanco y azul vive sensaciones parecidas: sigo sin entender nada y continúo sintiéndolo todo. Y volveré a llorar por el Real Zaragoza esta noche de junio en la que un tornado sacudirá el alma zaragocista: bien porque morimos, bien porque la Virgen del Pilar vuelva a extender su manto para proteger a sus hijos y darles otra oportunidad."

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