Fue la noche imaginada, el sueño construido con la piedra del recuerdo de un
héroe que nos hizo inmortales. El homenaje que el zaragocismo tributó a Fernando
Cáceres el 13 de Noviembre de este año maldito que no acaba de morir fue una
llamada al orgullo y a la dignidad. Poder volver a sentir el perfume de la
gloria fue una sensación desconocida para muchos y casi olvidada para otros,
pero fue hermoso comprobar que la fuerza del león permanece intacta cuando
escuchamos la llamada de los nuestros.
Cáceres merecía el aplauso, el cariño y el calor que recibió. Lo merecía
por su zaragocismo, por su empeño en vivir y por su fe en la fe. Y para que todo
eso le llegase ahí estuvo esta ciudad, esta afición vapuleada y humillada. Ahí
estuvo este sentimiento que vive secuestrado desde hace varios años y amordazado
por la putrefacta ambición de algunos. Ahí estuvimos, juntos, emocionados,
felices para otorgarle a ese espíritu de fuego pampeño el título de Comandante
Vida
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